De deporte y «bocachanclas»

A lo largo de la historia, innumerables deportistas de todo el mundo se han valido de su estatus de deportista profesional con fama para hacer declaraciones o reivindicaciones políticas, e incluso algunos y algunas han ido más allá, abandonando el deporte profesional y desarrollando carreras políticas en toda regla. Esto en sí mismo no es negativo, cada persona tiene su manera de pensar, es libre de expresar sus ideas como considere oportuno y por supuesto, elegir a qué se quiere dedicar, aunque con ello genere conflictos diplomáticos o enerve a sus compatriotas.

Sin embargo, este tipo de actitudes levantan ampollas en determinados sectores de la sociedad, hasta el punto de que el COE llegó a prohibir en las últimas olimpiadas a los deportistas realizar manifestaciones de carácter político, religioso o racial en la villa olímpica. Esto no sucede por el famoso dicho de “Al César lo que es del César y al Papa lo que es del Papa”, sino porque un deportista conocido internacionalmente va a tener una cobertura mediática mucho mayor que una persona del pueblo llano y la repercusión de esas declaraciones va a ser infinitamente mayor si éstas las hace un futbolista de la selección española en vez de otra persona común. De ahí que se utilice la imagen de deportistas como reclamo publicitario o de apoyo a campañas de concienciación para que la población ahorre luz, agua, respete al diferente o haga sus declaraciones de la renta. 

Cuando se trata de conquistar derechos civiles, la imagen del deportista hablando de política es buena. Todos y todas podemos recordar la gesta de Jesse Owens en las olimpiadas de 1936, conquistando 4 medallas para orgullo de los defensores de la igualdad y dejando traspuesta a toda la cúpula del partido nazi. Pero, ¿qué sucede cuando el deportista en cuestión es, como se dice coloquialmente, «un bocachancla»? 

No se puede ni se debe poner una mordaza a un deportista, porque están en su derecho de expresarse, pero esto se debe poner en valor teniendo en cuenta que un deportista está representándose no sólo a sí mismo sino también unos valores, de igualdad, de respeto al diferente, de tolerancia…. Que Giorgios Katidis, futbolista del AEK Atenas haga el saludo nazi después de marcar un gol no es de recibo se mire por donde se mire. Una deportista tan laureada como la señorita Yelena Isinbáyeva debería pensar las cosas que dice antes de apoyar públicamente una ley que va contra el colectivo LGTB de todo un país por la única razón de tener una orientación sexual diferente.

Todos somos libres de expresarnos libremente, pero nunca con la pretensión de coartar la libertad a los demás, por ello, tenemos el derecho y el deber de indignarnos y el de pedir que se le retiren todos los honores que se le han concedido en nuestra tierra, como el Premio Príncipe de Asturias del Deporte. 

Alberto Silva Fernández
Secretario de Política Institucional y Comunicación
De Juventudes Socialistas de Asturias